Un refugio de esperanza para tres hermanos

Tres niños venezolanos tuvieron que migrar y ahora viven en compañía de sus padres en una zona de invasión ubicada en Cúcuta, al oriente de Colombia. Han sido beneficiados con bonos alimenticios y pautas de seguridad alimentaria en el proyecto Esperanza Sin Fronteras, implementado por World Vision.

27-02-2019
Varias familias han recibido los bonos alimenticios en el marco del proyecto Esperanza Sin Fronteras

Subiendo por una pendiente rocosa, en una de las invasiones de la ciudad de Cúcuta al oriente colombiano, se llega a un pequeño refugio que se levanta con unos cuantos balsos de madera, paja y bolsas plásticas que terminan de cubrir los espacios de una casa improvisada. En la entrada, con una sonrisa en el rostro, saludan una niña y un niño que juegan a la escuela con un par de hojas y lápices que alguien les donó. Al lado de ellos, y sentada en una mecedora, está su mamá, una joven que hace poco dio a luz a su tercer hijo en un país que no es el suyo pero en el que se siente más segura, a pesar del contexto en el que ahora deben vivir.

“Allá lo teníamos todo y acá tenemos poco. Llegamos a este terreno y hemos ido levantando nuestra casa con lo que nos regala la gente porque a nosotros nos queda difícil comprar puertas, muebles. A los niños queremos llevarlos a la escuela pero aún no se ha podido, mientras tanto yo los pongo a dibujar y colorear”, aseguró la mujer venezolana que hace dos meses le huyó al hambre, a la falta de oportunidades, a la inseguridad que se vive en Venezuela. Llegó apenas con dos maletas al sector de Talento, un barrio que aún no está legalizado en Cúcuta.

Su esposo, un joven de apenas 26 años, es quien diariamente toma la pica y la pala para ir mejorando el lugar en el que viven. Su destreza con las herramientas le ha dado la oportunidad de conseguir un empleo como obrero en la construcción de una gran avenida, obteniendo apenas 4 dólares diarios para poder llevar algo de comida a su casa. “Cuando salgo de trabajar voy a comprar un alimento para mis hijos. Cuando me alcanza les traigo un bombón (un dulce) para que se porten bien y hagan las tareas que les deja la mamá. Quisiera que pudieran ir a la escuela para que sigan aprendiendo”, dijo el padre de familia.

Mientras él trabaja y ella amamanta al nuevo integrante de la familia, los dos hermanos se pasan el día jugando a pasearse en una carreta y a lanzarse por un rodadero de tierra. Lo hacen en el mismo entorno rodeado de canaletas de agua estancada, montañas de basura acumulada, oleadas de arena; pero al mismo tiempo, se divierten mientras tienen encima la mirada esperanzadora de sus padres, dos jóvenes que al igual que muchos tuvieron que despedirse de sus seres queridos y abandonar sus pertenencias para empezar de nuevo.

Gracias al proyecto Esperanza Sin Fronteras, implementado por World Vision, tuvieron la oportunidad de acceder a bonos alimenticios que les da la posibilidad de tener alimentos básicos de la canasta familiar. “Con el bono pudimos comprar la avena para nuestros hijos, los cereales, la leche y unos cuantos productos más. Muchas gracias por  esta ayuda que nos dan porque podemos estar tranquilos de comer varias veces al día”, aseguró uno de ellos.

En total, 2.240 personas resultaron beneficiadas con los bonos alimenticios que fueron repartidos en comunidades focalizadas debido a las dificultades para tener seguridad alimentaria y una sana nutrición debido a la crisis migratoria.

La niñez migrante crece en contextos con varias necesidades y múltiples factores de vulnerabilidad.
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