Reuniendo sueños y esperanzas más allá de las fronteras

Dejar atrás tu hogar, junto a tu familia, con el incierto de cuándo volverás o qué encontrarás en tu camino, es la primera de muchas pruebas que enfrentan día a día miles de familias migrantes venezolanas, que por una crisis social y económica que ocasiones no comprenden, se ven obligados a abandonar su vida en su natal hogar, cruzar una dura frontera, enfrentando peligros tanto en pasos fronterizos regulados como no regulados, y afrontando largos kilómetros a lugares desconocidos en un tránsito complejo a través de un país hermano pero ajeno, en búsqueda de un destino mejor donde establecerse.

01-10-2019
A Agosto de 2019 en Colombia hay 1.408.055 venezolanos según datos de Migración Colombia.

Esta es la historia de Samantha Diago* y sus 3 hijos, quienes a finales del mes de Julio***, emprendieron una empresa dura e incierta, como lo es el migrar de su natal Venezuela para transitar por toda Colombia hasta llegar a Ecuador, a la casa de un familiar. Un viaje que representa un gran desafío para todo aquel que lo emprenda, desafío especialmente complejo si, como Samantha* y su familia, se hace con recursos más que limitados.

Cuenta esta valiente madre que ellos no contaban con el dinero suficiente para pagar los pasajes de flota para realizar el viaje de forma más segura, por lo que se vieron en la necesidad de pedir “aventones” a los camiones de carga que circulan por las vías colombinas hacia el sur de país.

En la ciudad de Chinácota, Norte de Santander**, un conductor le ofreció llevarla hasta la ciudad de Pasto**, cerca de la frontera colombo ecuatoriana, pero bajo la condición de ir solo ella y sus dos hijos menores, enfrentándola con una dura decisión: seguir adelante, separándose de su hijo mayor, Gabriel Manuel* de 16 años, quien tomaría otro camión disponible, o esperar todos quien sabe cuánto tiempo más para lograr un transporte con el suficiente cupo para llevarlos a los cuatro.

Para ella, las circunstancias fueron tan apremiantes, planteándole un difícil escenario en cualquier caso, que la llevo a optar por tomar un riesgo, dejar encargado a Gabriel Manuel* a un vecino, con quien viajaría en otro transporte, y seguir adelante con la promesa de recontarse en Pasto, Nariño**.

Lo que esta madre venezolana no esperaba fue que al llegar al sur colombiano, aquel vecino a cargo de Gabriel Manuel* llegaría solo, sin saber que había sido de la suerte del joven de 16 años, del cual se separó en la ciudad de Envigado, Antioquia**. A partir de ese momento, Samantha* viviría la dolorosa realidad, bañada por la incertidumbre, que duraría 16 días.

 

El viaje de Gabriel*

En Envigado**, Gabriel* recuerda, viajaba con un grupo de 7 personas, quienes tuvieron un altercado con grupos barristas de un equipo de fútbol local; al parecer, estas personas acostumbraban a acosar a los migrantes venezolanos con quienes se encontraban, lo que provocó que el grupo de viajeros se dispersará, quedando él solo junto a otro joven menor de 18 años, de quien luego se separaría también, quedando aislado y perdido en una de las ciudades más grandes de Colombia.

En su desespero y desconocimiento, Gabriel* empezó a pedir ayuda a transportadores para que lo sacarán de la ciudad, rumbo a Pasto**, ofreciéndoles el poco dinero con el que contaba. Un conductor de camión ofreció llevarlo a la ciudad de Soledad** y darle un trabajo para que luego pudiera pagar su pasaje a Pasto**, idea que para Gabriel* sonó más que salvadora y acepto sin mayor pregunta.

Lamentablemente para el joven, al llegar a Soledad** el conductor le exigió el pago del trayecto y lo abandonó en uno de los barrios más complejos de la ciudad, el Primero de Mayo**, frontera entre Soledad y Barranquilla.

Sin dinero y solo, Gabriel* se vio obligado a dormir por primera vez en su vida en la calle y sin comer, una noche que él no podrá borrar de su memoria en un largo tiempo. Al día siguiente, el joven armado de valor y con el sueño de reencontrarse con su familia, decidió acercarse a un puesto de frituras, donde hablo con la dueña, percatándose ambos de ser venezolanos.

Ella, al ver la dura situación de Gabriel Manuel*, le dio algo de comida y junto a otro hombre, lo orientaron para que durmiera en un hostal donde podría pasar la noche, pagando solo $6.000, los cuales se los regalaron.

En la mañana siguiente, Gabriel* volvió al puesto de frituras y en esta ocasión encontró la ayuda de María Rodríguez*, una mujer venezolana quien le ofreció trabajo en su negocio a cambio de comida y algo de dinero para pagar la habitación en el hostal. Sin embargo, Gabriel* recuerda que no quería seguir durmiendo en ese lugar, pues era muy inseguro y estaba ubicado en un área peligrosa del barrio Las Ferias, al sur de Soledad**, lo que lo llevo a pedirle a la señora María* que le permitirá dormir en su casa, a lo que inicialmente ella no accedió pues no le daba confianza joven.

Los días pasaron y Gabriel Manuel* logró contactarse con un familiar a través de Facebook, indicándole donde se encontraba, lo que le permitió a su mamá conocer de su paradero, quien de inmediato se comunicó con el equipo de World Vision Colombia, específicamente con  Alberto Henao, a quien le informo el caso, los datos de ubicación y los número de teléfono para ubicar a Gabriel Manuel*. En ese momento ya habían pasado 13 días desde la separación.

 

El reencuentro

En la mañana del día 13, el equipo de World Vision Colombia, región Caribe, se movilizó hacia el barrio Primero de Mayo de la ciudad de Soledad**, en búsqueda de Gabriel Manuel*, sin embargo, la comunidad les indicó que las ventas iniciaban hacia las 3:00 p.m., por lo que tendrían que volver en la tarde para encontrar los puestos de fritos. Al volver, efectivamente encontraron tanto al joven como a la señora María Rodríguez*.

Tras identificarlo y lograr establecer el contacto, se logra que la señora María* acceda a darle refugio a Gabriel* en su casa, logrando sacarlo del hostal y de los riesgos latentes en el barrio Las Ferias**. Además, se logró transporte seguro para el joven, así como invitarlo a cenar y entregarle artículos de aseo. Por último, se envió una fotografía del encuentro a sus familiares para generar tranquilidad en ellos.

Junto a aliados clave como la Cruz Roja y UNICEF, el equipo de trabajo de World Vision Colombia intento activar los programas de reunificación familiar, sin embargo, al ser Gabriel Manuel* un menor de edad, el procedimiento a aplicar debía ir acorde al protocolo establecido por el GIFMM, lo que implicaba llenar un formulario de remisión a Bienestar Familiar, establecer contacto con su madre, Samantha*, y hacer las verificaciones pertinentes, proceso que resultaría infructuoso, como se hará evidente al finalizar la historia.

Posterior a esto, los profesionales en campo al frente del caso realizaron una segunda visita a Gabriel Manuel*, esta vez acompañados por una funcionaria de UNICEF, quien le suministro una dotación de ropa para el joven.

Para el 5 de agosto***, se daría uno de los giros más importantes para hacer del reencuentro familiar una realidad. Samantha* había tomado la decisión de viajar por sus propios medios hasta Soledad** con un único objetivo, reunirse nuevamente con su hijo.

Una decisión apoyada por una funcionaria de UNICEF en Pasto**, quien le suministro los transportes hasta la ciudad de Medellín; con lo anterior, el equipo al frente del caso notificó a los profesionales de World Vision Colombia en la región Occidente, quienes brindaron la asistencia necesaria, los transportes y los viáticos requeridos por Samantha* para su viaje desde Medellín hasta Soledad**. Con esto asegurado y la esperanza del pronto reencuentro, Samantha* emprendió camino, dejando a sus dos hijos pequeños en Pasto**, a cargo de su compañero sentimental, quien llegó desde el Ecuador para recibirlos.

En la tarde del 6 de septiembre, Gabriel* se encontraba notablemente más angustiado y nervioso de lo normal, sin embargo, el equipo de World Vision Colombia procuró tranquilizarlo informándole que su madre ya venía en camino a su encuentro y que estaría con ella para el día siguiente, a media noche.

El amanecer del 7 de septiembre se alzó con aires de esperanza; a las 2:00 a.m., el equipo frente al caso recibió a Samantha* en el terminal de transportes en Soledad**, saliendo a las 7:00 a.m., al encuentro con su hijo Gabriel Manuel* en el barrio El Ferry, un poco más al sur de la ciudad y que colinda con el río Magdalena y el puente Pumarejo, salida a Santa Marta. Tras tres horas de búsqueda del hogar de la señora María*, el momento anhelado se dio, siendo las 10:00 a.m., Samantha* y Gabriel Manuel* se fundían en un abrazo único y conmovedor.

 

De vuelta al Sur

Finalmente, ese mismo día, Samantha* y su hijo, viajarían desde la terminal de transportes de de Soledad, hasta la ciudad de Cali, Valle del Cauca, donde tomarían otro transporte hasta Pasto**, destino donde los esperaba el resto de la familia.

Dos días después, el 9 de agosto***, la familia Diago* se encontraría junta y a salvo en el puente de Rumichaca, frontera colombo ecuatoriana, junto a otros familiares en un albergue dispuesto para atender y acoger a los migrantes, a la espera de su paso al vecino país.

Así, su viaje continuaría, tras superar un duro obstáculo, miles de kilómetros e interminables noches de angustia, pero con la esperanza firme de un futuro mejor.

 

* Los nombres presentados en la historia han sido modificados por protección de los protagonistas.

** Algunos lugares y datos de geo-ubicación han sido modificados por protección de los protagonistas de la historia.

*** Los datos de temporalidad de la historia han sido modificados por protección de los protagonistas de la historia.

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